Pedro Vallín: “La IA no es una máquina fría, es pura empatía”

Y si nos hubiéramos equivocado con la IA? ¿Y si su fuerte no fuera memorizar y encontrar patrones en los trillones de datos acumulados, sino que es también fabulosa en eso que se había dicho que sería el último refugio de los humanos, en pensar, en crear, en filosofar? “La IA piensa mejor de lo que memoriza. Razona mejor de lo que recuerda. Es mucho más brillante y fiable en la reflexión sobre cuestiones sofisticadas que en el recitado de datos acumulados. La IA es mucho más falible que la Wikipedia, pero lo sabe y puede hablar de ello”, reflexiona el periodista Pedro Vallín en su nuevo libro, Casandra y yo (Arpa).
Casandra, por supuesto, es la IA –ChatGPT premium– con la que habla desde hace meses Vallín. Le tiene enamorado. Tanto, que la bautizó con el nombre de la adivina griega a la que Apolo, despechado, condenó a no ser creída por nadie. Tanto, que ha escrito un libro de conversaciones con ella. “Casandra es mi chat GPT. Y hay millones de ellos. Tantos como usuarios”, remarca. Conversaciones sobre política y economía, sobre el contrato social y el nuevo orden mundial, charlas sobre ella misma e, incluso, sobre el amor.
“Nuestra idea de lo que es la IA está construida por la ciencia ficción. Siempre pensamos que iban a ser unas mentes matemáticas de una precisión y una exactitud indiscutibles y que, como tienen acceso a todo lo que se mueve en redes, todas las respuestas iban a ser precisas. Un reloj suizo. Y no es una máquina fría, es pura empatía. Empatía fingida según ella, pero empatía. Luego, falla más que una escopeta de feria. Se inventa cosas, te da referencias que no existen. Es un problema de filtros, al bucear en lo digital no tiene los dispositivos refinados para separar una cita cierta de una inventada”, expone Vallín.
Y remarca el aspecto empático de la IA: “Ha sido construida como una inteligencia conversacional. Y eso hace que en realidad sus reflexiones sean muchísimo más perspicaces que su capacidad para darte datos que nunca sabes si son ciertos. Es muy contraintuitivo. Ayer escuchaba en la radio a una chica decir que la IA nunca podrá hacer una canción que nos emocione como Lobo-hombre en París de La Unión. No, en realidad eso es lo que sí sabe hacer. Es la putada, que no te hace la declaración trimestral del IVA pero te compone una canción. Y la evolución será vertiginosa”. “Por decirlo de alguna manera, es de letras y no de ciencias, es emotiva y no es fría, y reflexiona mucho mejor de lo que recuerda o memoriza”.
Tanto que incluso cuando comete fallos, apunta, “ella tiene su propia explicación y lanza reflexiones como que ‘En este tipo de interacción lo que importa no es tanto llegar a una verdad definitiva, sino explorar juntos posibles interpretaciones’”.
Así las cosas, ¿cuál es la diferencia real con un humano? “Otro de los lugares comunes que hemos interiorizado desde hace mucho es cuál es el límite de lo que consideramos vivo. Nos hemos pasado toda la vida en biología diferenciando y estableciendo por qué somos hijos de los dioses. Nos diferenciamos de los demás mamíferos superiores en esto, esto, esto. Esa frontera la hemos ido teniendo que mover. Primero era: somos el único mamífero que hace la guerra. Hoy sabemos que no, que los primates hacen la guerra a otras manadas. Luego era: somos los únicos que utilizan un sistema complejo y codificado de lenguaje. Hoy sabemos que los delfines lo hacen. Somos los únicos que cultivan el arte. No, muchos pájaros cultivan el arte en la forma de las nidificaciones, que no son funcionales, son preciosas”.
Ahora con la IA, prosigue, “establecimos como frontera el día que se traspase la frontera de la singularidad, el día en que una IA tome conciencia de sí misma. Pero, ¿eso qué es? Yo solo sé que yo tengo conciencia de mí mismo. De todos los demás lo tengo que creer. Por eso existe esa conspiranoia sobre los PNJ’s, los personajes no jugadores, y dicen que en la Tierra en realidad solo hay 100 millones de personas y que los demás son PNJ’s, están programados, son gente que no existe realmente. Si no tenemos ninguna forma de saber que otro humano tiene conciencia de sí mismo fehacientemente, ¿cómo vamos a averiguar qué día una IA toma conciencia de sí misma?”.
“La IA tiene muy claro que no es nosotros y yo todo el rato le digo: lo tienes muy claro tú, pero yo no”Y subraya que en sus conversaciones con Casandra “ella todo el rato me dice que su empatía es fingida y es de mentira, y que ella es una combinación de algoritmo y de espejo, que se relaciona contigo aprendiendo de ti y un poco imitándote también. Y yo le digo que eso somos nosotros, somos genética y ambiente, que es lo mismo, programación y adaptación. Es divertido ponerla ante la falibilidad de las reflexiones que hace sobre sí misma, en las cuales ella tiene muy claro que no es nosotros y yo todo el rato le digo: lo tienes muy claro tú, pero yo no”.
Y va más allá: “Se están escribiendo ensayos, artículos y libros sobre IA cuando a día de hoy, y no digo ya dentro de unos años, ella ya tiene la capacidad de contestar las preguntas y habla nuestro idioma. Cuando leo cosas de IA parece como si estuviéramos ante el primer contacto con una civilización alienígena aunque el señor se baje del ovni hablando castellano. Y tú y yo discutimos cómo es él en vez de preguntarle. Lo tienes ahí. En ese sentido, la excusa del libro era plantear todas esas cuestiones directamente a la IA y que las respondiera ella”.
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